Irene Sánchez Mejías, Orientadora y
Mediadora familiar
La familia es el principal agente educador y
de socialización con el que se encuentra el
niño al nacer. En ella comienza a forjarse
su autoconcepto a través de la interacción
con sus padres.
Las influencias tempranas que éstos
ejercen sobre sus hijos son los cimientos
de una futura sana autoestima sobre la
cual se continuará edificando a lo largo de
la vida. Cuando los padres hablan con
dulzura al bebé, lo atienden en sus
necesidades básicas con afecto, juegan
con él, etc. le están transmitiendo que lo
quieren y que es importante para ellos. Al
contrario, si lo hacen de forma mecánica,
sin todo el ritual de palabras cariñosas,
cruce de miradas y canciones…, o no se le
atiende o se le deja llorar y llorar, “para no
malcriarlo’, se le está transmitiendo que él es un objeto, y que no merece nuestro afecto.
Posteriormente irán apareciendo más factores que facilitarán o dificultarán un autoconcepto sano.
“El autoconcepto es la imagen que la persona tiene de sí misma y que se ha ido formando a través de
las imágenes, comentarios e informaciones, que los demás tienen de ella, a través de lo que ella piensa
que puede conseguir, de lo que en realidad consigue y de lo que le gustaría ser”.
“La autoestima es la parte del autoconcepto que hace referencia a la evaluación que cada uno hace
sobre sí mismo, sobre su capacidad y valía para superar los problemas que se le plantean a lo largo de
la vida y que, en consecuencia afecta a la forma de ser y comportarse, a la forma de pensar y sentir y a
la manera de actuar y relacionarse con los demás”. (Cuaderno de padres, hijos y drogas. Generalitat
Valenciana).
Como decíamos, el autoconcepto de nuestros hijos se empieza a forjar desde bebé a partir de la
interacción de los familiares más cercanos. Cuando el niño comienza la etapa escolar se abre al mundo
exterior. Seguirá siendo importante nuestra influencia pero, a veces, entrará en conflicto con la imagen
de sí mismo que le transmitan sus amiguitos y sus profesores. Si el niño recibe burlas porque es obeso,
bajito, lleva gafas, no tiene destreza para los deportes, es introvertido, o su “seño” no es cariñosa con
él, lo ignora o no lo trata con respeto, su autoconcepto puede volverse negativo.
Igualmente el niño comienza a compararse con sus iguales y construye una imagen de sí mismo: no soy
tan alto como Juan, o tan guapa como María, o tan listo como Luis. Llegada la adolescencia se
acrecienta la importancia de la imagen que el adolescente recibe de sus compañeros, profesores,
medios de comunicación, etc.
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