nueve de la mañana para dejar que los niños volviesen a casa. Debido al calor intenso,
obtenían un día de asueto. La niña Carlota, de once años de edad, regresaba a casa
caminando con sus mejores amigas, y hablando con ellas de su plan de ir a pasar el resto
del día a orillas del lago, si sus madres les daban permiso. Cuando llegó a casa, saludó a su
madre con esta exclamación: - ¡Qué calor! ¿No es cierto, mamá?. Las maestras no quieren
enseñar en un día así, de modo que nos han mandado a casa. - Supongo – dijo la mamá, -
que consideran que ustedes no pueden aprender nada, pues el calor marea. Y habiendo
dicho esto, reanudó su tarea de lavar la ropa. Cuando Carlota hubo ordenado su pieza, se
fué adonde estaba su madre y le dijo: - Flora, Lisa y María van a ir al lago de Krupunder, y
si me das permiso, me gustaría ir también. Queríamos salir a las diez. ¿Puedo ir mamá?. La
señora pensó un momento, y luego mirando a la niña bien de frente, contestó: - Si me
prometes ser cuidadosa y no hacer cosas temerarias, puedes ir. Pero acuérdense de estar
de vuelta a las cinco. Carlota prometió ser cuidadosa y tomando su traje de baño, una
toalla y algunas otras cosas que pensaba necesitar, estuvo lista para partir. - ¡Que te
diviertas! – dijo la mamá, dándole un beso de despedida. Fueron cuatro niñas felices las
que se encontraron al lado del tren que las iba a llevar lejos de la gran ciudad con su
atmósfera sofocante. Luego les tocó caminar como un kilómetro y medio, y llegaron a eso
de las once a orillas del lago azul. Ya había muchas personas nadando en las frescas aguas
y las niñas iban ciertamente dispuestas a divertirse. La mamá siguió atendiendo sus
quehaceres caseros con corazón feliz y agradecido, cuando de repente, a eso de las dos de
la tarde, le embargó un gran temor acerca de Carlota. ¿Qué podía pasar? ¿Se habría
aventurado Carlota demasiado lejos al interior del lago, donde resultaba peligroso
procurar nada debido a los remolinos? Por supuesto Carlota sabía hasta donde se le
permitía nadar. ¿Habría sucedido alguna otra cosa?. La madre no quería imaginarse un
desastre, y procuró olvidar sus impresiones. Además, era demasiado tarde para que ella
fuese al lago, pues las niñas habrían emprendido el regreso antes que pudiese llegar allí.
Continuó atendiendo sus tareas, pero seguían acudiendo a su mente pensamientos
alarmantes, y todos estaban relacionados con Carlota. ¿Qué debía hacer? Dejó de trabajar
y se sentó con lágrimas en los ojos. Si le sucedía algo a su hija, pensaba, ella tendría la
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